Ya está cerca, ya está a punto de llegar, como todos los años, el tiempo de Navidad. Llega a finales de diciembre para despertar varias y variadas sensaciones, opiniones y reacciones.
Los creyentes aúnan el consenso mayor con respecto a estas fiestas. Viven la Navidad como una celebración religiosa. Ven en estos días, un tiempo privilegiado para renovar la esperanza de que Jesús nace para acompañarlos en la transformación de este mundo, en algo que se asemeje al Reino de Dios. Es verdad que hay creyentes que ven la fiesta de una forma menos comprometida y se quedan en los "nacimientos" y las liturgias, pero... al menos están cerca de acertar. Quizás un año de estos...
Luego están los no creyentes que ven la Navidad como una fiesta social y poco más. En este grupo está la gran pluralidad de sensaciones, opiniones y reacciones. Para ellos, la Navidad se convierte en la fiesta del comprar, del comer, del beber y del divertirse por encima de todo. Obligadas y comprometidas reuniones familiares, comidas de empresa, gastos impuestos en regalos y fiestas... Este año, con los recortes y la crisis golpeando a destajo, las posibilidades de actividades que supongan muchos gastos quedan suprimidas y, entonces, la celebración de la Navidad, se convertirá en una tristeza, pues si se basó todo en el tener, ahora el vacío es notorio y difícil de superar.
Realmente, la celebración navideña se ha desmesurado desde el punto de vista social. Si bien, para los cristianos el sentido de la Navidad se mantiene intacto desde el origen, el "mundo" ha tergiversado tanto la esta fiesta que ya es prácticamente imposible reconocerla en su forma de celebrarla.
Para unos y para otros, con la Navidad a las puertas, quedan pocos días para preparar la forma de vivirla. Cuando pasen, cada cual, al mirar hacia atrás, verá si el camino recorrido le ha satisfecho y le ha merecido la pena.
Hasta la próxima, suerte y bendiciones.
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