domingo, 11 de enero de 2009

Mea culpa


Hace un para de domingos asistí a un acto de solidaridad con el pueblo palestino. El acto fue más mayoritario de lo que yo suponía. Cuando ya la cabeza de la manifestación estaba en las Puertas de Tierra aún había personas frente al convento de los dominicos. Después de la lectura de poesías por la paz y un manifiesto reivindicativo de finalización de la guerra, se corearon gritos a favor del pueblo palestino y algún que otro en contra del estado de Israel. Sin embarto, la guerra siguió un par de semanas más. Supongo que a los responsables de la misma, las manifestaciones en contra no les influyó más que sus intereses por declararla.

Hoy hace ya unos días que el alto el fuego parece haber llegado a Gaza y el mundo ha empezado a olvidarse de esa zona castigada por la guerra hace décadas. La memoria humana suele ser muy insolidaria e ingrata.

Quizás debamos entonar el "mea culpa" por dejar morir la reivindicación de la injusticia de muchos pueblos. Creo que, a veces, nos viene bien culpar a los medios de comunicación por dejar de hablar de realidades de guerra o sufrimiento para encubrir nuestra falta real de solidaridad. Sin embargo, creo que no es justo decir que los medios tienen toda la responsabilidad de esto. Si no somos solidarios de forma constante, permanente, como estilo de vida, es algo que tendremos cada uno que analizar pero, si no lo hacemos, asistir a actos como el que asistí el otro día, tienen más de snob que de otra cosa.

Sin embargo, mientras no vayamos adoptando una conciencia personal de compromiso que luego se contagie y se convierte en un compromiso colectivo ¿qué hacer? Solo se me ocurre pensar que este tipo de actos quizás despierte la conciencia de alguien más y todo esto cambie para el bien de otros que hoy no tienen mucha esperanza.

Mañana es un buen día para abrir lo ojos y no esperar a que los medios de comunicación nos enseñen la desgracia de otros.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

sábado, 3 de enero de 2009

¿Quiénes son los Reyes Magos?


Hoy no voy a escribiros yo, más bien, he cortado y pegado un cuento sobre los Reyes Magos. A los que tenéis niños quizás os sirva y a los que no los tenéis aún quizás os ayude a iros preparando. Supongo que tarde o temprano a todos los padres nos llega el momento de responder a la pregunta ¿existen los Reyes Magos?. Ahí os dejo el cuento y felices Reyes 2009.

Apenas su padre se había sentado, al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta, en voz baja, como con miedo, le dijo:«¿Papá?»–Sí, hija, cuéntame.–«Oye, quiero… que me digas la verdad».–Claro, hija. Siempre te la digo, respondió el padre un poco sorprendido.–«Es que…», titubeó Cristina.–Dime, hija, dime.–«Papá, ¿existen los Reyes Magos?»El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.–«Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?»La nueva pregunta de Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña, y tragando saliva le dijo:–¿Y tú qué crees, hija?–«Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado, me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso».–Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…–«Entonces es verdad?–cortó la niña con los ojos humedecidos–. ¡Me habéis engañado!»–No, mira, nunca te hemos engañado, porque los Reyes Magos sí que existen, respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Cristina.–«Entonces no lo entiendo, papá».–Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar, porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla, dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.Cristina se sentó entre sus padres, ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:–Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente, guiados por una gran estrella, se acercaron al Portal para adorarlo. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:“¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían”.“¡Oh, sí! –exclamó Gaspar–. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo”.Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó: “Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito…”Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió, y la voz de Dios se escuchó en el Portal:“Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?”“¡Oh, Señor! –dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas–. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos”.“No os preocupéis por eso –dijo Dios–. Yo os voy a dar, no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo”.“¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible?”, dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.“Decidme, ¿no es verdad que los pajes deberían querer mucho a los niños y conocer muy bien sus deseos?”, preguntó Dios.“Sí, claro, eso es fundamental”, asintieron los tres Reyes.“Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?”Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:“Puesto que así lo habéis querido y para que, en nombre de los tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, Yo ordeno que, en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte, regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y, a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del belén, recordarán que, gracias a los tres Reyes Magos todos son más felices”.Cuando el padre de Cristina hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó, y dando un beso a sus padres dijo:–«Ahora sí que lo entiendo todo, papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado».Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano, mientras decía: –«No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero», y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

Hasta la próxima suerte y bendiciones.