martes, 29 de noviembre de 2011

Expectativas...


Hace unas cuantas semanas que, en los estantes de los supermercados, aparecen expuestos los típicos productos de Navidad. Un poco más tarde aparecieron los adornos de las mismas fiestas y, a los dulces y adornos, se ha unido la televisión con su clásico "bombardeo" de publicidad de perfumes, juguetes y demás... Pronto, igualmente, empezarán a llegarnos los mensajes y felicitaciones cargados de deseos de amor, felicidad, salud... Me parece bien que nos felicitemos, que nos deseemos buenas nuevas para todos, al fin y al cabo ¿qué otra cosa nos deberíamos desear si no es el bien y la felicidad?

Sin embargo, cuando veo tanto deseo de pasarlo bien, tantas imágenes de familias unidas, de amigos celebrando fiestas, a personas bien vestidas brindando con champán, de gente recibiendo regalos carísimos y brillantísimos, no puedo dejar de pensar en aquellos que pondrán en la fiesta de la Navidad, o mejor dicho, en esa falsa imagen de la Navidad, todas sus expectativas de felicidad.

La RAE define "expectativa" como la esperanza de realizar o conseguir algo. Está bien tener esperanzas de que el futuro nos depare algo bueno o mejor, sin embargo, si desmesuramos nuestras esperanzas en algo o en alguien, podemos correr el riesgo de que, si no se cumplen, nos podemos sentir tan defraudados que nos haga mucho daño.

En el caso que nos ocupa, pienso en los que esperan de la Navidad, por un lado, fiestas, regalos, diversión y por otro, los que anhelan compañía de familia o amigos, y al final no tendrán ni uno ni otro. Esperar de la Navidad un milagro mágico es esperar en vano. Celebrar la Navidad es otra cosa, pero se le ha cubierto de tantos añadidos erróneos que, al final, más que ser una gozosa noticia para muchos es una pesadilla.

Cuidado con las expectativas, cuidado con magnificar lo que no es, por que al final lo que esperamos que nos haga feliz, quizás tenga el efecto contrario.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Trabajamos por la justicia...

Nunca me ha gustado el uso peyorativo que de la palabra "caridad" se hace en la actualidad. Se la contrapone a la palabra moderna llamada solidaridad. La primera se suele identificar con un tipo de ayuda asistencialista vinculado a personas religiosas anticuadas y la segunda con la ayuda a los demás bien hecha. Y creo que ninguna de las dos posturas son correctas al cien por cien.
En el libro "Sonrisas de Bombay" que he leído recientemente, el autor contrapone la práctica solidaria de su ONG a la palabra caridad que desarrollan otras instituciones en la India. Su solidaridad la define como promoción, como educación, como el famoso adagio chino "dar la caña y no el pez", frente a la caridad de darlo todo hecho, de "dar de comer", simplemente y adormecer las potencialidades que todo ser humano tiene. Me molestó dicho planteamiento, no me parece justo definirse desmereciendo a otros y menos si el planteamiento no es correcto.
Por mis creencias y mi profesión tengo otra idea y otra experiencia de la palabra caridad. Desde que Jesús de Nazaret salió por los caminos de Galilea, liberando a aquellos con los que se cruzaba por los caminos de Israel, hasta la actualidad, una gran corriente de caridad ha llenado el mundo. Es verdad que, en muchos casos, los hombres hemos desdibujado el verdadero sentido de la caridad evangélica que no es otra que amor más justicia. El amor sin justicia y la justicia sin amor, no tienen, cabida en la palabra caridad. Y por eso cuando le hemos quitado al amor la justicia, el resultado ha sido un grave asistencialismo que ha enpequeñecido el mensaje evangélico y ha hecho flaco favor a los hombres y mujeres que han necesitado ayuda alguna vez, y cuando le hemos quitado el amor a la justicia la práctica ha podido volverse fría y sin corazon, con el riesgo de caer en el juicio y la condena.
Cáritas, la institución donde trabajo, tiene como lema: "Trabajamos por la justicia". Esto conlleva una labor a favor de los colectivos más desfavorecidos de la sociedad que tiene en su trabajo una tarea implícita de denuncia de las causas que han originado la injusticia de la pobreza y la exclusión. No solo buscamos actuar sobre las consecuencias sino también sobre las causas que la han originado para que no vuelvan a suceder más.
Es verdad que, como realidad humana, a veces hemos actuado más en el sentido peyorativo de la palabra caridad que he mencionado más arriba, y quizás hemos contribuido a su mala acepción, pero en los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo para que la caridad sea amor más justicia y no un pálido reflejo de lo que tiene que ser.
En Cáritas damos, nos gusta dar la caña y no el pez, pero si hay que dar el pez, los damos y luego damos la caña pero también buscamos un lugar en la orilla para que la persona pueda pescar y aún vamos más allá, trabajamos para que haya peces en el mar.
Nuestra práctica se remonta a lo que Jesús hacía con los pobres y enfermos, los miraba a los ojos, los tocaba aún siendo leprosos o impuros, los tomaba de la mano y los levantaba, los ponía en pie, los volvía al camino, los sanaba y luego los dejaba marchar, no les pedía nada a cambio, no les obligaba a seguirlo, eran libres de su esclavitud y libres para ir donde quisieran.
Creo que la palabra solidaridad quiere significar lo mismo que caridad: ponerse al lado de los que necesitan ayuda, con, junto y para ellos, dándose de forma desinteresada y buscando el bien integral del otro, sin manipulación, proselitismo, imposición, compartiendo lo que se es y lo que se tiene. Enfrentar una a la otra no me parece correcto, pues confunde y divide y eso está en contra de ambas palabras. Y no es justo además presentar alguna acción a favor de los otros bajo la palabra solidaridad simplemente para hacerla parecer moderna. Cada uno es lo que es y no debemos definirnos a costa de los demás.
Bueno, creo que me he enrollado más que en ninguna otra entrada anterior. Será que me tira el tema.
Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Elecciones...


Mañana, 20 de noviembre, los españoles estamos llamados a ejercer nuestro derecho al voto para designar quiénes nos gobernarán en los próximos cuatro años, a elegir a los políticos que tendrán al país entre sus manos. Son las elecciones generales, con mayúsculas. Se juega en ellas el destino de un país, de millones de personas. No es para tomarlo a broma. Cada uno que vote conciencia o que no lo haga, es lo grande de la democracia, la libertad de elegir. Como hoy es día de reflexión, me abstengo de inclinarme hacia un lado o hacia otro.

Las elecciones generales son la respuesta a la espera de todo un país. Ciudadanos de nuestros pueblos y ciudades esperan que, de las elecciones generales, salga lo mejor para sus vidas, para la de sus familias, de sus amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Personas como tú y como yo, esperan de las elecciones generales que el futuro se escriba en un lenguaje que todos puedan entender, que el futuro tenga un color que a todos guste, un lenguaje y un color que permita la mejora y el avance de nuestra sociedad.

Ahora bien, estas elecciones se celebran cada cuatro años, pero en la vida hay otras elecciones que se producen a cada momento, a cada instante. De esas elecciones se habla poco, no tienen una campaña previa y las podemos ejercer sin tener que esperar a que nos pongan una cabina, una urna y unas papeletas secretas. De estas elecciones personales y particulares hay otros que también están esperando. De tu elección de comprar en una tienda de comercio justo, esperan niños en los países del sur para poder ir a la escuela en lugar de trabajar; de tu elección de implicarte en un voluntariado social, esperan tu visita ancianos en soledad; de tu elección de no correr por la carretera o no beber si conduces, espera tu familia verte volver a casa; de tu elección de ser más tolerante y acogedor, esperan muchos extranjeros para sentirse en nuestro país como en su propia casa; de tu elección de... podría seguir enumerando elecciones, pero cada uno de mis lectores sabe cuál tiene que hacer.

Elecciones generales, elecciones particulares, ambas cambian vidas, ambas cambian mundos. Elige.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones...