domingo, 31 de mayo de 2009

Homus Hispanicus


En su "Historia de España. Contada para escépticos", Eslava Galán cuenta que el Homo Hispanicus de hoy en día conserva dos características de su antepasado de Atapuerca. La primera es una "carencia alimenticia y problemas de desarrollo"; ésto es, un hambre secular que nos lleva a devorar viandas de todo tipo que se pongan a nuestro alcance en bautizos, comuniones, bodas, convivencias, o cualquier celebración o acontecimiento social en la que se sirva comida gratis. La otra es el derroche y el despilfarro. Huesos por doquier han revelado que nuestros antepasados cazaban grandes paquidermos, normalmente más de lo que iban a consumir, y comían hasta hartarse pero desaprovechando la mayor parte de la carne. En la actualidad esto se traduce en que cada vez que vamos a un encuentro con la familia o amigos, a alguna convivencia o comida playera llevamos comida para compartir en tan gran cantidad que siempre sobra el ciento por uno, derrochándose hasta límites que, a deja a veces, un mal sabor de boca. Es curioso, que, aunque somos conscientes de ésto, no nos enmendamos y somos dignos hijos de Atapuerca.

Os invito a recordar si tenéis experiencia de estas dos características y situaciones, y si no es así, observad en el próximo acto que asistáis si hay algún Homo Hispanicus por los alrededores.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

miércoles, 27 de mayo de 2009

¡Piensa que soy real!

La familia tomó asiento en el restaurante para cenar. Llegó la camarera, tomó nota de lo que deseaban los adultos y luego se dirigió al muchacho de siete años:
“¿Qué vas a tomar?”, le preguntó. El muchacho miró con timidez en torno a la mesa y dijo: “Me gustaría tomar un perrito caliente.” Antes que la camarera tuviera tiempo de escribirlo intervino la madre: “¡Nada de perritos calientes! ¡Tráigale un filete con puré de verduras y zanahorias!”
La camarera hizo como que no la había oído. “¿Cómo quieres el perrito caliente: con Ketchup o con mostaza?”, le preguntó al muchacho. “Con Ketchup.” “Vuelvo en un minuto”, dijo la camarera dirigiéndose a la cocina. Cuando la camarera se hubo retirado, hubo unos instantes de silencio producido por el asombro. Al fin, el muchacho miró a todos los presentes y exclamó: “¿Qué os parece? ¡Piensa que soy real!.


Había leído este pequeño cuento de Anthony de Mello antes de, incluso imaginar, que algún día tendría un hijo. Me pareció absolutamente revelador que, con un relato tan sencillo, se evidenciara una realidad tan común y tan cruel: decidir sobre los demás negándoles la posibilidad de expresarse.Cuando se trata de los niños aún es peor. He releído el cuento infinidad de veces, y, siempre me parece novedoso como si fuera la primera vez. Supongo que será por la tentación que tengo de decir a los demás lo qué tienen que hacer.

Desde que nació nuestro hijo hemos procurado que tenga sus propias ideas, que tenga su iniciativa y que tenga claro que es lo que quiere y qué no. Reconozco que, a veces, nos ha acarreado alguna que otra situación delicada el dejar que tenga voz propia, pero hemos optado por ese modelo y el precio que hemos pagado creo que ha compensado.

Creo que la situación que el cuento describe se puede aplicar no solo a los padres con hijos, sino también, al conjunto de las relaciones humanas. En mi trabajo, por ejemplo, lo tenemos como modelo. Desde Cáritas nos ponemos junto a los que lo pasan mal en algún momento de sus vidas, y, más que decirles qué deben hacer o lo que no deben, lo que buscamos hacer, es preguntarles qué creen ellos que necesitan para salir de su situación y, a partir de ahí, escucharles y caminar juntos hasta que encuentren su meta. Suplantar su voz es anularles como personas y no hay más inhumano que anular a otro ser humano.

Os propongo que, durante un día, tengáis el cuento en la cabeza y lo contrastéis con vuestra relación con los demás y con las relaciones que veis a vuestro alrededor y ya nos contamos quién es real para nosotros y para ellos.

Hasta la próxima suerte y bendiciones.

viernes, 15 de mayo de 2009

Pasión por la lectura


Esta mañana, mi mujer me ha hecho un regalo: una entrada para mi blog. Lo copio literalmente y lo comparto con vosotros, al final seguro que coincidís conmigo en que ella debería tener su propio blog. No me extiendo más, es su entrada.

"No entiendo mi vida, mi día a día, sin un ratito de lectura, aunque sean quince minutos, es como un alimento. Considero imprescindible dedicar algo de nuestro tiempo a la apasionante aventura de leer. Hace poco hemos disfrutados de dos eventos culturales: el Día del Libro y la Feria del Libro. Mi familia y yo asistimos habitualmente a este tipo de actividades. Desde muy pequeño, desde su primer año de vida, llevamos a nuestro hijo a conocer las últimas novedades literarias.
Pienso que el amor por la lectura es uno de los mejores legados que podemos dejarle. Mi hijo y yo tenemos una buena costumbre, que deseo compartir con vosotros. Como Antonio Juan se levanta muy temprano SIEMPRE, incluso los fines de semana, ambos aprovechamos ese primer rato del día para leer. Nos vamos al salón, cada uno con su libro e iniciamos el día con una buena lectura. Luego el trepidante ritmo del día se encargará de llevarnos por otras sendas menos lúdicas.
En los últimos años he leído mucho, sobre todo narrativa y ensayo, voy alternando ambos estilos literarios. A veces disfruto de una buena novela que me ayuda a evadirme, a soñar con otras realidades, a disfrutar con descripciones magistrales; y otras veces me interesa aprender, adquirir opinión, ahondar en algún tema de mi interés, para eso recurro al ensayo.
En estos momentos estoy disfrutando de la literatura de José Luis Sampedro, he comenzado a leer “La sonrisa etrusca”. El autor muestra magníficamente los sentimientos de un anciano que padece una grave enfermedad cuando conoce a su nieto y convive con él durante el que, presumiblemente será el último periodo de su vida. Con palabras muy sencillas, el autor va desgranando la vida del anciano reflejada en los ojos de su nieto.
No conocía a José Luis Sampedro, pero recuerdo que, en aquellos años que estudiábamos en la Universidad, mi amiga María del Mar me recomendó la lectura de este libro concretamente. Han pasado veinte años, pero al final lo estoy leyendo.
Y su lectura ha venido de la mano de un libro anterior “Ciencia y vida”. Se trata de un diálogo entre el propio Sampedro y su médico cardiólogo Valentín Fuster. Éste último le salvó la vida y, a partir de ahí, se generó una buena amistad. Os recomiendo encarecidamente la lectura de este libro que rebosa inteligencia y sentido común por los cuatro costados.
Como muestra un botón: hablan los autores de la forma de mantenerse en forma y llegar a vivir en plenitud hasta el final de nuestros días, para ello recomiendan ejercicio físico para mantener nuestro cuerpo, la oración o la meditación para alimentar nuestro espíritu y la reflexión y actividad cognitiva constante que es la gimnasia para mantener vivo nuestro cerebro.
Bueno, con este texto realizo mi “bautismo bloguero”, soy muy pudorosa y me resisto a escribir sobre mi misma, pero mi marido se lo merece todo y de paso cumplo con uno de sus deseos. Este es mi regalo para él y como él dice: “Suerte y bendiciones”.

Así sea, hasta la próxima, suerte y bendiciones.

jueves, 14 de mayo de 2009

Vivir lo inesperado en Sevilla


El pasado fin de semana se celebró en Sevilla una etapa más en la “peregrinación de confianza a través de la tierra” que la Comunidad de Taizé anima desde hace décadas por los cinco continentes. El lema elegido para el encuentro fue “Vive lo inesperado”. Una invitación a abrirse al hoy de Dios, a arriesgar a vivir en lo nuevo que el evangelio nos ofrece cada día.

Me había propuesto ir desde que conocí la noticia hace meses, sin embargo, hasta que no entré en la Catedral la tarde del sábado, no pude creerme a mí mismo que estaba allí. Todo fue de una gran sencillez y belleza, la oración y los cantos de Taizé tienen esas características, con breves lecturas del Evangelio y cantos repetitivos que se aprenden rápido y que tocan directamente el corazón y el alma.

Al finalizar la oración, pude acercarme a la zona más cercana al altar principal, fue un momento verdaderamente emocionante. Los iconos iluminados por las velas, la belleza de las flores, el canto, los jóvenes orando a mi alrededor me retrotrajeron a más de veinte años atrás, a la Iglesia de la Reconciliación en Taizé, a San Juan de Letrán en Roma, a Notre Dame en París, pero también a la Capilla de Santo Tomás, y últimamente a la Iglesia de San Francisco Javier en Cádiz. Tanta espiritualidad no deja impasible a nadie. Ver a tantos jóvenes, niños, adultos orando, cantando, juntos, en comunión, no puede dejar impasible a nadie. Prueba y verás, los domingos en la Parroquia de San Francisco Javier siempre están dispuestos a acogerte.

Eché de menos a los dos amigos que invité a orar esa tarde en Sevilla, no pudo ser, pero los tuve presente, otra vez será, espero que sí. A pesar de ello, no estuve solo, no se está solo cuando te reúnes a rezar con otros.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.