martes, 28 de septiembre de 2010

¡Qué viene "el fósil"!


El 30 de septiembre vuelve a celebrarse como, desde hace siete años, el día de homenaje al maestro. La iniciativa es de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) que, con la ayuda de empresas de creativos, ofrece a la sociedad una campaña de sensibilización con el objetivo de que aprendamos a valorar a nuestros maestros, que se potencie la relación familia-escuela, que se entienda la buena educación y la formación como herramienta para prevenir situaciones de exclusión social y que la sociedad apoye la labor de los maestros como educadores en valores junto con la familia.

Este año la campaña hace un guiño a los "motes" que todos los alumnos hemos puesto a nuestros maestros y profesores. La imagen gráfica se basa en ello. Junto al muro lleno de motes una frase nos invita a pedir "perdón" por el mote y a dar las "gracias" por todo lo "el gafas", "la yeti", "el gadafi", "el fósil" nos enseñaron (aquí cada uno pone los motes que le puso a sus maestros, yo pongo los de la campaña, por que algunos de los maestros que me dieron clase a mí, todavía le dan clase a mi hijo y no es plan).

Hay que reconocer que ponerle "motes" a los profesores no está bien, pero también hay que decir que la mayoría de ellos estaban muy bien puestos, y en general, eran cariñosos y no había una clara intención de insultar o denigrar al maestro. A pesar de eso, a ver ¿quién era el guapo que "cariñosamente" se dirigía al maestro por el mote? Se te podía caer no sólo el pelo de la cabeza sino de todo el cuerpo.

En fin, que la campaña tiene mucho arte y nos evoca buenos recuerdos de la etapa escolar. A los maestros mucho ánimo y ¡felicidades por el homenaje! la mayoría lo merecéis, a los de la FAD gracias por hacer el trabajo que hacéis y a los creativos de DDB Spain, autores de la campaña ¡enhorabuena!

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Un nuevo otoño...


He salido a hacer unos recaditos y me he encontrado de repente con el otoño en mitad de la calle. El sol lucía en el cielo azul, pero ya no tenía el color del verano, y de pronto una ráfaga de viento ha hecho que cientos de hojas empezaran a caer de los árboles. Ha sido un momento, pero me ha corroborado lo que ya sabía, que el otoño está aquí. Sin embargo, tenía planes para ir a la playa y, aunque el viento era fresquito, no he dejado de hacerlo. Y no sé si será el último; en estos días el tiempo cambia muy de repente, pero el baño que nos hemos dado mi hijo y yo ha sido estupendo.

Por delante quedan tres meses de otoño que se presentan intensos. Hasta que las fiestas de Navidad nos introduzcan en el invierno, la caída de la hoja viene llena de buenas intenciones tras el verano, de nuevos retos, de nuevas inquietudes. Algunos se malograrán, por una u otra razón, pero muchos verán la meta y nos harán ser más y mejores.

Por defecto el otoño se entiende como un tiempo de melancolía y nostalgia. Los días se acortan, el sol se nos oculta, y nuestro ánimo tiene tendencia a añorar otros días, otros tiempos, otros lugares más luminosos. Pero, ¿por qué decaer si el otoño tiene un montón de posibilidades? Desde esta entrada reivindico un otoño de colores, un otoño lleno de la luz del encuentro con los amigos, con los nuevos planes, con los nuevos desafíos. No olvidemos que aunque la hoja caiga, el árbol sigue vivo.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

martes, 21 de septiembre de 2010

Bancos de ciudad...


Casi todas las tardes voy en bicicleta al trabajo. Al ir, voy rápido para llegar pronto, pero al volver lo hago en plan paseo. Suelo volver por lugares diferentes cada tarde. La ruta que más me gusta es volver por la playa de La Caleta, Paseo de Carlos III, Alameda Apodaca, Plaza de España... y antes de llegar a casa por el Paseo Marítimo. Creo que son las zonas más bonitas de la ciudad y en bicicleta, escuchando buena musiquita, es una verdadera delicia.

En mis paseos de vuelta a casa me cruzo con muchas personas que pasean tranquilamente o que van y vienen de sus ocupaciones habituales. Unos llevan bolsas de la compra, o empujan coches de niños pequeños o sillas de ruedas; otros van con prisa, algunos esperan en las paradas de autobús o a que el semáforo se ponga en verde y poder cruzar.

Sin embargo, hoy no me he fijado en ellos, mis ojos aparte de mirar hacia delante para no atropellar a ningún peatón, se han fijado en aquellos que pasaban la tarde en un banco de ciudad. En la Alameda hay unos bancos que tienen vistas al mar. Allí había parejas de todo tipo. Había parejas de novios, unos tomados de la mano, otros se besaban, y otros miraban al frente en silencio, como ausentes; había amigos tomando una cerveza, había señoras charlando animadamente. En los jardines interiores de la Alameda también había parejas y grupos sentados disfrutando de la tarde. Ancianos con sus bastones contándose batallitas o hablando del pasado, o de la crisis, chavales tocando la guitarra y cantado coplas de carnaval. En Cádiz, gran parte de la vida de sus habitantes se hace en la calle, en sus plazas, en sus bancos.

Recuerdo que hubo un tiempo en el que yo mismo era uno de esos que hoy he visto, que tras un paseo se sientan en los bancos a ver pasar la tarde y charlar con amigos como Juan Antonio, o con mi novia Inés, hoy esposa. Antes, en tardes como las de hoy, un paseo y luego un rato en un banco de ciudad mirando al mar, eran el paraíso.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Diario de a bordo (5). Epílogo.


Hace unos días volvimos de nuestro periplo por tierras de Grecia y Turquía. De forma resumida os he ido dejando una personal descripción en las últimas entradas. Ahora toca ir pasando página y volver de forma completa a una nueva etapa, por que había vuelto físicamente, pero mentalmente estaba todavía por aquellas tierras. Para despedir este serie de entradas dedicadas al viaje de "Esparta a Atenas y viceversa" os transcribo la redacción que Antonio Juan ha escrito al regreso y que se titula "Crucero por las islas griegas y Turquía".

"Este ha sido el viaje más especial que he tenido yo, que ha sido un crucero en el que me lo he pasado bastante bien haciendo amigos, visitando lugares que no conocía y disfrutando de un hecho irrepetible, creo. El primer día fuimos a Santorini en la que hicimos fotos, compras, visitas, tours en autobús y muchas aventuritas. El segundo día fuimos a Rodas, en la que hicimos también compras y fuimos a una playa cristalina y limpia en la que había peces. El tercer día fuimos a Éfeso en autobus donde vimos una ruinas y la biblioteca, también fuimos de compras. El cuarto día fuimos a Estambul y conocimos el palacio de Topkapi, el puente transcontinental, la mezquita Azul, la de Santa Sofía y el Gran Bazar donde yo me divertí un montón haciendo el regateo, que sirve para engañar a la gente y nos pongan un precio más moderado y allí me compré un gorro gris y, después volvimos al barco. El quinto día fue un día de navegación y me lo pasé bomba en la piscina con mi amigo Pablo. El sexto día fui a Mykonos donde había tiendas, playas y puertos y en la que también nos lo pasamos muy bien. El último día fuimos a ver la Acrópolis en Atenas, donde me compré un tomate que se estampa en el suelo y visitamos en Partenón. En este crucero he conocido a mi amigo Pablo con el que me lo he pasado muy bien con su mascota: Pepinito de mar. Volvemos a Cádiz, ¡¡¡buaaaaaaa!!!".

Estaréis conmigo en que la redacción no ganaría ningún concurso de narrativa infantil o de relatos de viajes, pero como la ha escrito mi hijo y padezco de la pasión de padre, la elevo a la categoría de "entrada de oro del blog". Sed "caritativos" con los comentarios, mi chiquillo es muy sensible.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

Foto: Partenón versión lego por Antonio Juan.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Diario de a bordo (4). Mykonos y Atenas



Los dos últimos destinos de nuestro viaje fueron Mykonos y Atenas. La llegada al primero, como en el resto del viaje, fue temprano. Desembarcamos por nuestra cuenta con el ánimo de dar un paseo y de darnos un baño en alguna de sus playas. El pueblo de Mykonos es como el decorado de un Belén. Calles estrechas y desordenadas, casitas blancas con ventanas y puertas azules, pequeñas iglesias salteando las calles, y también muchos bares y tiendas de artesanía y joyería. Todo está armonizado, ninguna casa es más alta que otra, nada de cables y elementos que alteren el orden y el encanto de este pueblo griego. Y al final de cada calle, el mar. Un mar azul, transparente, sereno en alguna parte, pero bravo en otras, como en la fachada de "la pequeña Venecia", un barrio habitado por venecianos antaño y que ahora es el centro de la vida nocturna de este pueblecito. El Egeo rodea toda Mykonos. La isla tiene playas maravillosas que son el destino de los turistas que llegan buscando sol, mar y diversión.

En nuestro paseo nos encontramos con la Catedral Ortodoxa, un templo pequeño completamente lleno de iconos y de fieles al ser domingo. El sacerdote cantaba las oraciones y el pueblo respondía con verdadera devoción. Al terminar la celebración, pudimos entrar y contemplar los iconos pintados que cubrían todos los techos de la Catedral.

Al salir, encontramos una playa junto al puerto de pescadores donde nos dimos un baño refrescante antes de embarcar rumbo a Atenas.

Y al final de viaje, Atenas. Nuestro barco atracó en el puerto de El Pireo. En autobús nos dirigimos a la "polis" por excelencia. Tras una visita rápida al centro de la ciudad pusimos rumbo a la Acrópolis. Antes de acceder a ella, contemplamos el odeón de Herodes Ático, una vista impresionante del Ágora, el templo de la diosa Niké (Victoria) y de la roca desde la que predicó Pablo de Tarso a los atenienses. Por fin atravesamos los Propileos y nos encontramos cara a cara con el imponente Partenón. Realmente impresiona ver las dimensiones del templo y a su vez la armonía de su construcción. Tuvimos un tiempo para detenernos y respirar el espíritu de la Grecia clásica. Es un regalo poder presenciar los lugares que han determinado el rumbo de la humanidad. Para terminar, visitamos el Erecteión, famoso por las columnas con forma de mujer (cariátides). Este pequeño templo estaba dedicado a dos dioses: Atenea y Poseidón. La tierra y el mar pugnando por ser los dueños de Atenas. Comprensible lucha por que dominar la Acrópolis es una tentación para los dioses.

Aquí terminó nuestro viaje, el resto fue volver a casa que tiene poco que contar. Es muy probable que en próximas entradas vuelva sobre este crucero que hemos hecho. Han sido muchas experiencias, sensaciones y vivencias.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

Foto 1: Pequeña Venecia en Mykonos. Foto 2: Acrópolis de Atenas.

martes, 7 de septiembre de 2010

Diario de a bordo (3). Rodas, Éfeso y Estambul


El barco ha atracado en Rodas a primera hora de la mañana. La ciudad amurallada ha aparecido ante nuestros ojos dorada por el sol del amanecer y nos hemos adentrado en ella a través de la impresionante Puerta de la Marina. Hemos seguido la ruta de los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén que dominaron la ciudad durante varios siglos. Luego, sin darnos cuenta, nos hemos “perdido” por las callejuelas del barrio turco. Un sinfín de recovecos, plazas, mezquitas y fuentes nos han acompañado en nuestro paseo que ha terminado en el barrio judío. Para terminar el día nos hemos zambullido en las aguas de una de sus playas. Rodas ha sido una grata sorpresa. Después de Santorini, creí que la visita a esta ciudad era una escala de tránsito, pero me equivoqué, superó todas mis expectativas.

El siguiente alto en el camino ha sido el puerto de Izmir (Esmirna). Desde allí nos hemos dirigido a Éfeso. Las ruinas de lo que fue una de las ciudades más importantes del Asia Menor se conservan en un estado más que óptimo. El guía que nos ha acogido y acompañado en la visita nos ha ido explicando como nació y se desarrolló esta ciudad desde la época de Alejandro Magno hasta su decadencia en el siglo II de nuestra era. Se conservan en muy buen estado, el odeón (parlamento de la época), el teatro de la ciudad (aún hoy hay festivales de verano y tiene una capacidad de 25.000 personas), la calle principal y las casas de los comerciantes, las letrinas y diversos templos y fuentes, pero sobre todo la biblioteca de Celso, la tercera en importancia de la antigüedad después de la de Alejandría y Pérgamo.

Al día siguiente, nuestro barco hizo escala en Estambul. La entrada por el Bósforo ha sido espectacular. No voy a intentar describirla, no alcanzaría a casar la realidad con las palabras. Minaretes, cúpulas, torres, puentes, palacios, todo se mezcla ante nuestros ojos mientras avanzamos hasta el puente Gálata junto a cuyo puerto atracamos. Me he acordado de Sebastián y de Pili que pasaron su luna de miel aquí. ¡Qué buena elección! Visitamos la Mezquita Azul, Aya Sofía, Topkapi, el Gran Bazar, donde nos divertimos de lo lindo regateando. Al principio, nos dio un poco de corte, pero luego, nos soltamos y hicimos unas compras muy “turcas”. La estancia en Estambul ha sido muy corta. Nos hemos prometido volver con más tiempo y poder pasear sus calles, visitar las joyas que esconde y vivir Estambul más intensamente.

El viaje sigue su curso. Del tiempo que pasamos navegando, lo que más me gustaba es ver las puestas de sol en alta mar y ver a otros barcos cruzarse o navegar junto al nuestro. La próxima escala será Mykonos y, al final, Atenas. Pero eso lo cuento más adelante.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

Foto: Biblioteca de Celso. Éfeso.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Diario de a bordo (2). Santorini



Es nuestro primer amanecer en el barco. Lo ha hecho muy temprano, pero ya estaba despierto cuando salieron los primeros rayos de sol sobre las montañas de Santorini. El Mediterráneo estaba gris, pero cuando el sol ha ganado altura se ha tornado tan azul que parecía violeta.

Cuando hemos fondeado frente a Thira, capital de Santorini, la isla nos ha parecido de ensueño. La explosión del volcán en el siglo XVI a.C. le dio la imagen que vemos en la actualidad: una isla con forma de media luna en cuya parte interior emergen pequeñas islas. Las dos poblaciones más importantes, Thira y Oia, se encuentran en lo alto de la isla, sobre los vertiginosos acantilados que dejó el volcán al erupcionar.

Hemos desembarcado en unas lanchas ligeras y, tras subir en el funicular, hemos tomado el bus para Oia. La visita ha sido una experiencia maravillosa. Cúpulas azules sobre casa blancas, fachadas de colores sobre el cielo azul, terrazas con vistas a los acantilados, calles estrechas cubiertas de buganvillas de intensos colores, tiendas de artesanía llenas de encanto y originalidad. Tengo que reconocer que ha superado todas nuestras expectativas. Por mis amigas, Nina y Olga sabía que la isla era de ensueño. Ahora, puedo afirmar con ellas, que son el paraíso del Egeo. Tras el paseo por Oia hemos vuelto a Thira donde hemos visitado la Catedral dedicada a San Juan Bautista y, tras encender dos velitas, una por Ana y otra por Daniel y Mamen, hemos vuelto al barco.

Escribo esta entrada mientras el barco deja atrás las islas de Santorini. Ha puesto rumbo a Rodas. Llegaremos mañana al amanecer. Estoy feliz. Navegar me relaja. El mar es buen amigo.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.