martes, 28 de agosto de 2012

El universo de la tía Rosa


Cuando apenas hace un mes que vino al mundo mi sobrino Alejandro, el pasado fin de semana despedimos a la tía Rosa, última hermana viva de mi padre. Se fue discreta, sin ruido, tranquila. Es ley de vida que unos vayan llegando y otros, poco a poco, se vayan marchando.

La tía Rosa formó parte de mi universo familiar más cercano desde que era pequeño. Presente en las celebraciones familiares, cotidianas o de cierta transcendencia, ella siempre estaba ahí, animando y comentando la "jugada". Nunca olvidaba llamar para felicitar y traer un regalito en santos y cumpleaños. Si alguno enfermaba, allí estaba la tía Rosa interesándose por quien fuera. Si alguno viajaba, la tía Rosa llamaba para desear buen viaje. Sea lo que fuera, ocurriera lo que ocurriera, allí estaba omnipresente la tía Rosa.

Comentarista de la realidad, leía dos periódicos al día, tenía siempre una opinión en clave de humor de la vida social, política y deportiva de la ciudad. Hacía un exhaustivo seguimiento de la liga oficial de fútbol y no había secretos cadistas que ella no conociera.

Amiga de la buena mesa, la tía Rosa era una estupenda cocinera. Sus recetas, a la antigua usanza, hacían las delicias de todos. Y si le gustaba cocinar, más le gustaba comer, especialmente dulces y tartas y, cuando se acercaba la Navidad, daba buena cuenta de polvorones y alfajores, que ella misma se encargaba de adquirir en las mejores pastelerías de Estepa y Medina Sidonia.

Sin embargo, si por algo destacaba la tía Rosa era por ser la mejor "meteoróloga" oficiosa que he conocido. Ella siempre sabía qué tiempo iba a hacer. Sabía si saltaría el levante mirando el color del cielo, el color del mar y algo más que solo ella sabía. Cofrades y carnavaleros le preguntaban si llovería en Semana Santa o Carnaval meses antes y ella acertaba precisamente. Las cabañuelas, sistema de predicción meteorológica usado en Andalucía, no tenía secretos para ella. Siempre recordaré cuando ella nos decía: "la luna ha nacido con cuernos, lloverá en el creciente o en el menguante". Y os aseguro que acertaba, así que, cuando veáis que la luna nace tumbada y con los picos completamente hacia arriba, coged un paraguas.

La tía Rosa no era perfecta, pero sus defectos están guardados en los archivos secretos de la familia y habrá que esperar al menos cincuenta años para que se autorice su lectura. Entre tanto la recordaremos al nacer la luna y la echaremos de menos muy a menudo.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

martes, 21 de agosto de 2012

Hoy puede ser un gran día... o no...


Hoy puede ser un gran día. Claro que también ayer lo pudo haber sido y mañana lo podrá ser. La canción de Serrat dice que "aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti". Pero, ¿qué parte depende de ti y qué parte no? A veces, las cosas te vienen rodadas cuesta abajo y otras muy pero que muy cuesta arriba. Tú le puedes poner mucho de tu parte, pero, a veces, según se presente esa parte que no depende de ti, el gran día puede ser un gran desgraciado día y otras un verdadero gran día".

No quiere ser esta entrada una defensa de que por fuerza la vida cotidiana debe ser maravillosa.  Más bien pretende reivindicar que hay días en los que aunque pongas mucha energía positiva el día dista mucho de ser maravilloso, espléndido y lleno de oportunidades. Creo que hay un exceso de literatura y frasesita cursi medio oriental, medio zen y medio "su p... madre" (perdón, creo que no se deben decir palabrotas en el blog) sobre como, por fuerza, hay que afrontar cada momento de la vida.

La canción de Serrat termina diciendo que "hoy puede ser un gran día, duro, duro, duro con él". Tres veces lo tiene que decir. Bien consciente es el amigo Joan Manuel de la realidad de la vida cotidiana. Por eso, pongamos todo de nuestra parte para que hoy, mañana y pasado, sean grandes días, pero si alguno se estropea o te lo estropean, pues ahí queda eso, nos fastidiamos que ya se nos pasará, tampoco hay que avergonzarse ni tener que forzar la máquina para sonreir por que lo dicen los cientos de "gurus" falsos que pululan por ahí.

A los que hoy han tenido un gran día ¡enhorabuena! y a los que no, pues un abrazote muy gordo.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Bentornato a Venezia


Nuestro barco no entró en la laguna de Venecia por el lugar que lo hacen habitualmente los cruceros. Por ser fiesta en Venecia, lo hizo por la ruta prevista para los buques que atracan en Porto Marghera. Me sentí como un ladrón que se cuela por la puerta de atrás para no ser ni visto ni descubierto. Por esa vía, en la lejanía, Venecia aparece sobre la laguna casi de forma mágica. Entre el cielo y el agua, la ciudad se nos presenta como un inmenso decorado dispuesto a embaucar a todo aquel que ose acercarse.

Nuestra visita comenzó en un vaporetto recorriendo el Canal de la Giudecca que nos dejó junto a la plaza de San Marcos, frente a la isla de San Giorgio Maggiore. Recorrimos la ciudad desde San Marcos hasta el puente Rialto, paseamos por el Gran Canal y nos "perdimos" por el laberinto de callejuelas, puentes y plazas que la ciudad custodia por sus estrechos canales. La visita, en realidad, fue como un trailer de una obligada estancia más amplia, pero, suficiente para darme cuenta que Venecia tiene un lugar en la historia por derecho propio y que se merece ser visitada por todo aquel que admire la belleza en estado puro.

Confluyen en la ciudad dos elementos que me hacen rendirme sin poder ofrecer resistencia alguna. El primero es el agua. Rodeada y configurada por el líquido elemento, la ciudad concentra la circunstancia de estar a orillas del mar Adriático, asentada sobre una laguna y atravesada por infinidad de canales. Venecia es agua allá donde mires. Sin embargo, el agua que la vio nacer, crecer, se ha convertido en su verdugo inmisericorde que, lentamente, la engulle sin remedio. El segundo elemento que me atrapa es la arquitectura. La ciudad posee maravillosos edificios de estilos góticos, renacentistas y, sobre todo, barrocos. A orillas de los canales, las fachadas de los palacios, de las iglesias y del resto de edificios lucen mezcladas y en perfecta armonía, componiendo una imagen irreal que fascina a quien las contempla.

Venecia es un enorme decorado lleno de magia y espectacularidad. Hay otra Venecia que se esconde detrás del decorado. Desgraciadamente, todo en este mundo tiene una cara y una cruz. Yo os invito a ver su cara al menos una vez y, luego, que cada uno cuente, si quiere, la cruz.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.