miércoles, 24 de julio de 2013

Juicios paralelos



Menores, policías, un sacerdote católico, denuncia por abusos, manifestaciones a favor y en contra, periodistas, redes sociales... podrían ser los elementos de un argumento cinematográfico o de una novela policíaca y, sin embargo, es la pura realidad. El resultado de tan triste circunstancia está, ahora, en manos de la justicia. Vivimos en un estado democrático y, gracias al mismo, el sistema judicial español garantiza los derechos del denunciante y del denunciado.

Una mujer ciega fue la elegida para representar a la Justicia. Se eligió esa imagen para proclamar que la justicia no hace distinción de ninguna clase y es igual para todos. Esta premisa básica es la primera que se olvida en el momento en el que comienzan los juicios paralelos que se fraguan fuera de los juzgados. Este sistema "judicial paralelo" actúa más rápido que el oficial. Es el sistema judicial de la calle, de los conocidos de los afectados, de los vecinos, de las familias.... Aunque no es cierto, parece que, es inherente al ser humano, llevar un juez dentro. Un juez que, sin haber escuchado a todas las partes, sin pruebas, sin leyes pero con gran "sabiduría" es capaz de absolver o condenar cualquier caso que caiga por su juzgado particular.

Mención aparte merecen algunos medios de comunicación que, cuando de presuntos delitos se trata, se convierten en medios de opinión y en juzgados improvisados. Desde sus plataformas parece que buscan, más que informar, sacar partido del asunto. Los periodistas no deberían confundir su misión con la de los letrados y jueces y deberían evitar convertirse en tribunales donde la justicia se quita la venda impunemente.

El caso real con el que comenzaba esta entrada ya ha sido juzgado y sentenciado en el juzgado particular de muchos. Unos han condenado al director del colegio y otros lo han absuelto. Gracias a Dios que la sentencia popular no se hace real, que son otros, más profesionales los encargados de que la Justicia siga con la venda puesta.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

domingo, 7 de julio de 2013

Hola y adiós...


El camino de la vida está lleno de momentos en los que decimos "hola" y también de ocasiones en los que nos toca decir "adiós". Nuestro propio proceso evolutivo nos hace decir "hola" a la infancia, a la adolescencia, a la juventud, a la madurez..., a la vez que, de forma simultanea, le vamos diciendo "adiós" a esas mismas etapas cuando avanzamos inexorablemente hacia la siguiente.

Igualmente, saludamos, dando la bienvenida, a muchas personas con las que recorremos parte del camino, a la vez que nos despedimos, de buen grado o no, a otras. En este ir y venir de personas, etapas, estados o situaciones, algo se nos va quedando grabado en la mente y el corazón que nos va configurando poco a poco hasta llegar a ser lo que somos en cada momento. Somos lo que somos, fruto de lo que otros nos han aportado, afectado o dejado en herencia.

En este ir y venir de "holas" y "adioses" en muchas ocasiones el "hola" que presuponemos una oportunidad puede ser algo que no nos va a venir bien y el "adiós", que se identifica con una situación que nos hace daño, por el contrario nos será altamente positivo, por que lo que se despide era más que un incordio y un estorbo para crecer y seguir avanzando por la senda vital. A veces, nos aprovecha más desapegarnos de algo que incorporar algo nuevo.

En este ir y venir de "holas" y "adioses" no debemos encorsetarnos ni dejarnos llevar por nada ni por nadie. Rompo una lanza por el adiós a tanta estupidez, a tanto artificio y a tanto montaje social que nos lleva y nos trae sin nosotros querer. Y os invito a decir "hola" con mayúsculas a todo aquello que nos llega nuevo para aportarnos felicidad, libertad y espontaneidad. Anclados en la costumbre solo envejecemos prematuramente. Cimentados en aquello que no nos aporta nada solo malgastamos todo aquello que somos.

Aunque los tiempos en general sean adversos, en particular, en la historia personal de cada uno de nosotros, podemos mantener viva la actitud de admitir novedades y de aceptar que, aunque, los años nos vayan templando, aún tenemos mucho que vivir y descubrir.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.