domingo, 11 de julio de 2010

La regla de oro...



Según el evangelista Mateo, y también de otras muchas culturas y religiones, la regla de oro para la convivencia entre los seres humanos, es "todo lo que querrías que hicieran los demás por tí, hazlo tú por ellos". En esa frase condensa el evangelista el secreto de la perfecta relación entre los seres humanos. Es evidente que no harías nada en contra de otros si tuvieras la certeza que recibirías el mismo trato inmediatamente después. Ahora bien, si supieras de antemano que el otro te devolvería el bien que le hicieras, estaríamos siempre haciendo cosas buenas por los demás. Pero... como tenemos más experiencias de no recibir el mismo trato del otro, en un caso y en otro, pues la regla de oro queda día tras día donde Mateo la puso, en el capítulo 7 versículo 12 y no en medio de la vida cotidiana.

En la actualidad, a la regla de oro la llaman "relación de ayuda", "empatía"... y más cosas que no cito ahora. Me parece bien que la llamen como quieran, mientras consigan que la gente trate a los demás bien y el ambiente mejore y la amabilidad, la afabilidad se instalen un poco más entre nosotros y las tensiones, el egoísmo y la mala educación que nos separan se alejen mucho mucho.

La vida cotidiana está llena de momentos en los que, si aplicamos la regla de oro, podemos alegrarnos un poco la vida. Si sabes que alguien que conoces está enfermo, visítalo, o llámalo o manda un sms, que alguien se interese por tí te ayuda a sanar. Si un amigo se va de viaje hazle saber que le deseas lo mejor, que alguien se alegre contigo, multiplica la felicidad que se siente. Si sabes que un compañero no está en su mejor momento personal, busca una excusa y ponte a su lado y a su disposición, cuando te ayudan a llevar una carga pesada, el alivio que se experimenta es inmenso.

Quizás, haya puesto unos ejemplos exagerados, lo admito, voy a poner unos más asequibles: si te mandan un e-mail no tardes dos semanas en contestarlo, si te invitan a comer o a cenar o no hace falta que devuelvas la invitación, pero un mensajito diciendo que lo pasaste genial y que la comida estaba riquísima, hace el mismo efecto, si te prestan un libro, devuévelo en cuanto lo leas, y para no olvidar a Mateo, si alguien te pide que le acompañes una milla, pues no seas flojo y anda dos, en la segunda milla es donde te sentirás mejor. Ya no voy a poner más ejemplos, estoy seguro que vosotros tenéis los vuestros y así hacer la lista interminable.

Y ahora, para terminar, os propongo que os pongáis en el lugar del enfermo sin visitas, del que se va de viaje, del compañero que está "chungo" o del que te ha enviado un mail y no recibe respuesta, o de tus anfitriones en la cena de ayer, o del que te prestó un libro y no volvió a ver. Uf, no te ha gustado la experiencia, ¿a qué no?

Pues ya sabéis, todo lo que os gustaría que te hicieran a tí, empieza mañana a hacérselo a los demás. Yo os aseguro que da resultado, al principio hay que tener paciencia, "hay gente pa tó", ya lo dijo Rafael Guerra "el Gallo", pero con tiempo y la insistencia en tratar bien a los demás, la cosa se va mejorando y, si somos cada día más, este mundo lo arreglamos antes de que vuelva a cambiar el milenio. Seguro.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuanta razón tienes, Antonio. Ni aunque lo diga el evangelista, ni aunque lo digan los grandes psicólogos, científicos y estudiosos, si no tenemos voluntad y predisposición de mejorar, todo lo dicho, se queda en vanas palabras.

Gracias por hacernos reflexionar sobre las relaciones humanas y su complejidad.