sábado, 9 de julio de 2011

El hombre menguante...


Cuando tenía unos veinticinco años, más o menos, en una analítica de sangre rutinaria, me detectaron el colesterol alto, más alto de lo conveniente en una persona de mi edad. Mi médico de cabecera me recetó pastillas, dieta y ejercicio físico. No era una tragedia, pero recuerdo que en ese momento tomé conciencia que somos perecederos, que la salud es lo más preciado que tenemos y que no nos damos cuenta de que la tenemos, hasta que no la perdemos, aunque sea un poco. Desde entonces, he vivido con el colesterol como un compañero de camino bastante incordiante por que rara vez, en los últimos veinte años, ha estado en sus niveles normales y, cada vez que como algo que no debiera un "pepito grillo" me recuerda que lo puedo tomar pero no debería hacerlo.

Hace un año y medio, tras la típica analítica de cada seis meses, y con un resultado muy cercano al límite normal, mi médico de familia decidió suspenderme el tratamiento de simvastatina habitual y me indicó que intensificara la dieta y el ejercicio físico. A mis cuarenta y dos años, dejarme sin el único remedio a mi colesterol, y con la sombra de las enfermedades cardíacas rondándome la cabeza, me dejó un poco preocupado y me volví muy obediente en el tema de la dieta y el ejercicio. Y así, comenzó mi descenso de peso a un ritmo muy animado. Pasé de los ochenta kilos a los sesenta y ocho que peso ahora. El colesterol no tiene síntomas, es invisible, pero mi delgadez ha sido, al parecer, más que evidente. En todos estos meses he estado escuchando, "qué delgado te estás quedando", ¿qué estás haciendo?, ¿estás enfermo?, "no adelgaces más que estás muy feo". Es evidente, que opinar en gratis y, en este país, además, casi un deporte nacional.

Toda la ropa se me quedó grande, dos tallas he dejado atrás. He recuperado prendas que dormían el sueño de los justos al final del armario y otras han llegado nuevas directamente desde los estantes de la letra S y la letra M. Atrás ha quedado la XL y la ropa con diseño de hombre jubilado. Este cambio de tallas me ha venido bien para modernizar y "juvenalizar" un poco la imagen, aunque esto también ha dado lugar a otras corrientes de opinión entre mis amigos y compañeros...

En fin, que he ido menguando en tamaño a la vez que crecía en años. Hace un par de días, he vuelto a recoger los resultados de la última analítica y, la historia se vuelve a repetir, tras seis meses de pastillas, el nivel de colesterol vuelve a estar en el límite de los parámetros normales, así que mi médico de familia ha vuelto a recitar las palabras reductoras "descansemos de las pastillas y reforcemos la dieta y el ejercicio". Confío en haber tocado fondo en la pérdida de peso y sólo se mantenga a raya al colesterol. No me apetece nada tener que comprarme ropa nueva y menos en la sección infantil y, aún menos me apetece tener que seguir dando explicaciones y escuchando opiniones.

Por cierto, después de 17 años me he vuelto a dejar la barba crecer. Está más canosa que antaño pero sirve igual para que los comentarios sobre mi físico se desvíen hacia otro lugar.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

3 comentarios:

Elena dijo...

Con tantas explicaciones vas a provocar el efecto contrario, Antonio. No le des más vueltas.

Lo de la barba, ¡genial! TODOS estáis mucho más guapos así, da igual el color.

Anónimo dijo...

La barba te hace volver a los orígenes de cuando te conocí.

Anónimo dijo...

Pues yo sigo opinando que estás mejor sin barba y con unos kilitos de más,... como opinar es gratis, ahí va mi comentario.