domingo, 18 de diciembre de 2011

De Galilea a Judea...


En este cuarto domingo de Adviento, María ha ido a visitar a su prima Isabel. María ha cogido la puerta, como se dice por aquí, y se ha ido a casa de su anciana prima a echarle una mano. Desde Nazaret a Judea hay un trecho, más de cien kilómetros. Para una mujer joven son muchos kilómetros para hacerlo sola y por un camino montañoso que, en aquellos tiempos, estaba lleno de peligros. Tardaría, además varios días, con lo que tendría que hacer noche en el camino. No sabemos si durmió en alguna posada o tuvo que hacerlo a la interperie, pues María no era rica. Toda una aventura para una mujer que ya estaba embarazada.

Lucas, el autor del relato, nos presenta a María como una persona valiente y generosa, que deja la seguridad de su hogar y, no duda en salir, en ayuda de quien la necesita. Dice el texto que "apresuradamente", es decir, no se lo pensó dos veces. María está embarazada, su hijo Jesús aún no ha nacido pero ya, desde dentro empieza a irradiar amor, servicio y entrega.

De Galilea, tierra de gentiles, a Judea, región santa, donde Jerusalén sobresale con su Templo, llegan María y Jesús para llenar de alegría la vida de los demás. Isabel y su hijo serán los primeros en recibir la buena noticia que María y Jesús van sembrando por donde van. Es curioso que lo que el mundo establecido y poderoso ignora y margina: dos mujeres embarazadas, Lucas lo presenta como ejemplo de Dios para decirnos que, en lo sencillo y en lo cotidiano, está el camino verdadero. Escena de mujeres abiertas a la solidaridad y a la confianza. Isabel reconoce en María la presencia de Dios. No es una intuición, es una certeza. Es la alegría de Jesús la que lo llena todo. Es la alegría la que todo lo envuelve, no podía ser menos.

Y María, nada más llegar recita el Magnificat, que nos habla de un proceso de inversión, de una promesa que lo trastoca todo, de una alabanza llena de fuerza de Dios. El Magnificat nos dice, que, desde la misericordia y la bondad, Dios hará que los pobres dejen de serlo, que los hambrientos sacien su hambre y que el mundo se ordene de forma más humana y más justa.

María se quedó allí tres meses, lejos de José, su prometido, sirviendo a una anciana embarazada, hasta que volvió a Nazaret. Otra vez de vuelta, otra vez por los caminos peligrosos. El relato no tiene desperdicio. La contemplación de esta escena nos anuncia que el Niño que viene, el que viaja en el seno de María, tiene una misión que ya es anunciada en el Magnificat. Cuando nazca comenzará un nuevo tiempo ¿estamos dispuestos a vivirlo?

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

Entrada inspirada en Lc, 1, 39-56.

1 comentario:

ODAMAE dijo...

En esto... eres el mejor!!... gracias por ayudarme y ayudarnos a vivir mejor el mensaje del Evangelio.