jueves, 5 de marzo de 2009

Hace justo nueve años...


Hace justo nueve años, más o menos a la hora en la que estoy escribiendo este texto, Inés, mi esposa, me dijo que teníamos que ir al hospital, que nuestro hijo quería salir y ver la luz del mundo. No nos pusimos muy nerviosos. Teníamos la certeza que todo iría bien, el embarazo había transcurrido como un embarazo normal. Las ecografías y las pruebas estaban correctas y todo nos hacía confiar que el parto iría normal y corriente. Sin embargo, nada ocurrió como creíamos que sucedería.

Tras una horrible noche de espera entre dolores y más dolores, bajamos a paritorio cuando ya parecía que el niño iba a nacer. Pero aún hubo que esperar más para, al final, tener que ir a quirófano a extraer al niño mediante una cesárea. Si todo hubiera quedado ahí, tampoco estaba mal, pero la intervención duraba más de lo que dura una cesárea y, entonces, empecé a tomar conciencia que algo no iba bien. No quisimos avisar a nadie hasta que el niño estuviera en el mundo. Sólo María del Mar y Juan Antonio, amigos nuestros que trabajaban en el Hospital, iban y venían. Me daban ánimos, pero yo ya intuía que algo no iba bien. Al cabo de dos horas mi intuición fue corroborada por el informe del médico que me hizo pasar a su despacho. Mi hijo había sufrido una parada cardíaca todavía unido a su madre por el cordón umbilical. Había tenido que ser entubado y había muy pocas esperanzas que sobreviviera a las próximas 24 horas y en el caso de hacerlo, era muy probable que hubiera daño cerebral grave. Había nacido con un kilo seiscientos gramos. Al parecer un mioma había impedido que recibiera alimento desde el séptimo mes del embarazo. Creo que en toda mi vida me he llevado un corte más grande. No hacía ni doce horas que estaba tan feliz y tan contento con mi mujer y unos amigos de Sevilla viendo la cabalgata y haciendo bromas sobre nuestro hijo y ahora me encontraba allí, de pie, frente a los médicos, recibiendo la noticia de que mi hijo estaba más muerto que vivo. No perdí la calma, fui a ver a mi mujer que estaba en el despertar y como pude le dije que el niño había nacido bajito de peso pero que estaba en la incubadora para que fuera cogiendo peso. Luego fuí a ver a mi hijo. Entré con nuestra amiga María del Mar y, ahí estaba, era mi hijo, pero veía más tubos y cables que a él. Tuve que pararme y pensar ¿qué hacer? Decidí llamar a mis padres, a los padres de Inés y a la vez que lo iba contando iba asimilando lo que había ido pasando. A todos les decía que el niño había nacido bajito de peso pero que, poco a poco, iría engordando y ya está. Creo que, a fuerza de contarlo, yo mismo me lo creí.

La siguiente vez que entré a verlo, lo hice con mi madre. Estaba muy preocupado de cómo reaccionaría al ver a su nieto esquelético, entubado y lleno de cables y aparatos que pitaban y pitaban. Literalmente dijo "está muy delgadito, pero ya engordará" "que de pelo tiene, se parece a su padre". Todavía me sorprende recordar su reacción. ¡Qué verdad es que cada uno ve lo que quiere ver! Mi madre veía a su nieto y nada más. El seis de marzo fue un día duro. A lo largo del día todo el mundo supo que Antoñito Juan había nacido. Inés no vio a su hijo hasta dos días después. Cuando lo hizo su aspecto era el mismo, pero las esperanzas eran mucho mayores. Inés le trasmitió tanta fuerza, tanto amor, a través del cristal de la incubadora que el niño decidió salir de allí rápido. Mi hijo decidió que nada le iba a impedir vivir y ser feliz. Que nada le iba a impedir abrazar a su madre. Tuvo que recibir numerosas transfusiones. Tuvo que aguantar los tubos varios días más hasta que, a fuerza de llorar, expandió los pulmones y empezó a respirar por sí solo. Comía lo que le daban y, a veces un poco más. Y así, entre algún que otro susto en la primera semana, y muchos avances, Antoñito Juan salió adelante.

Hoy hace nueve años de eso, parece que fue ayer, pero no ha habido un día de esos nueve años que no hayamos gracias a Dios por este hijo que ha llenado hasta el borde nuestra vida.

Mañana serán los festejos, los cumpleaños feliz, las tartas y los regalos. Sin embargo, siempre recordaremos esa noche y esa mañana en la que podía "haber no sido" aunque "al final fue".

Nueve años después os damos la gracias a todos los que estuvistéis allí, especialmente a María del Mar, esos días con nosotros, y sobre todo, con Antoñito Juan.

A tí, hijo mío, muchas felicidades.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

lunes, 2 de marzo de 2009

Tiempo favorable de Cuaresma


El pasado miércoles de ceniza asistí con mi madre a la imposición de la ceniza cuaresmal. La Iglesia estaba repleta de personas de avanzada edad. Sólo un par de niños acompañando a sus abuelos y pocos de mi edad o más jóvenes. A pesar de esto, la entrada de este blog no la voy a dedicar al hecho conocido de que las iglesias han quedado como refugio de las personas mayores y los jóvenes han decidido habitar otros espacios.

Después de las lecturas, de la ceniza, llegó el tiempo de ofrecer una breve reflexión sobre la cuaresma, sus prácticas, de como tenemos que vivirla y de como no tenemos que hacerlo. Al final me asaltó una pregunta ¿cuántas cuaresmas hemos vivido los que estamos en esta celebración? ¿cuánto nos hemos convertido a lo largo de nuestra vida? Yo entiendo la cuaresma como un tiempo para cambiar, para convertirse. Convertirse proviene del griego metanoia que significa cambio. Es un término dinámico no estático. Convertirse significa ir de un lado a otro. Ir del no-Dios a Dios con lo que ello conlleva. Sin embargo, el sacerdote no hablaba de dinamismo, hablaba de consumismo, consumir celebraciones, consumir lecturas, reflexiones, pero no hablaba de cambiar, de moverse, de salir de nosotros mismos para ir hacia Dios.

Al final, tuve que echar mano de la comunión de los santos, de la comunión con la Iglesia, y de algún que otro recurso más para sentir que era importante estar ahí.

Me dió pena la cantidad de oportunidades que se pierden de invitar a movernos un poco más hacia el Evangelio. La predicación de la Iglesia está falta de invitaciones prácticas a mirarnos como cristianos y como Iglesia. Año tras año repetimos esquemas y celebraciones y no parece que el Reino de Dios esté más cerca gracias a nuestra conversión personal y comunitaria. Nuestra liturgica es más un piedad personal que una corriente comunitaria que se traduce en una moral social que facilita el cambio y la transformación.

Quedan 32 días de Cuaresma, quizás no esté todo perdido. Quizás este año 2009 sea un tiempo favorable para empezar a cambiar. ¿Nos atrevemos?

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

jueves, 12 de febrero de 2009

Vivir en clave de peregrinación...


El Hermano Héctor, miembro de la comunidad ecuménica de Taizé, ha estado en Cádiz animando la participación de jóvenes en el Encuentro de Sevilla que tendrá lugar los días 8 al 10 de mayo. Una de sus actividades en Cádiz, una oración animada por el grupo de oración, tuvo lugar el miércoles pasado en la parroquia de San Francisco Javier. Al final de la oración el Hermano Héctor intervino para invitar a cubrir, a vivir una nueva etapa en lo que ellos llaman "una peregrinación de confianza a través de la tierra".

No oía esas palabras pronunciadas de esa manera desde hace muchos años, creo que fue en el año noventa o noventa y uno, en mi última acogida en Taizé. Volver a escucharla me resultó verdaderamente emocionante.

Para la comunidad de Taizé, esta peregrinación de confianza a través de la tierra tiene un lema añadido "vida interior y solidaridades humanas". Ellos nos invitan a recorrer la vida en clave de peregrinos llenos de vida interior y generando solidaridades humanas. Pero, ¿cómo vivir todo eso en estos tiempos?

Ser peregrinos significa vivir en clave de dinamismo. Como Abrahán salió de Ur, su ciudad, para iniciar una aventura en la tierra de Canaan, nosotros debemos estar en permanente actitud de salir y dejarnos llevar por los caminos que Dios nos va suscitando. Ser peregrinos es no quedarnos estancados, no permanecer inmóviles ante la interpelación de los acontecimientos y los signos de los tiempos. Ser peregrinos es crecer, avanzar, arriesgar. ¿Y el equipaje? Poco equipaje necesitaremos si de verdad somos peregrinos que no viajeros. Confianza, es decir, Dios por equipaje. Con ella como compañera de camino no tendremos nada que temer. Los tiempos que corren pueden contemplarse como una amenaza para vivir como peregrinos. Pero ningún tiempo anterior fue fácil para los que lo vivieron. Quizás es una excusa dramatizar los tiempos que vivimos para no querer implicarse en ellos. Los peregrinos que nos han precedido tampoco lo tuvieron fácil. Ellos nos alientan a que perseveremos.

En la vida interior está la fuente que nos sostiene en el camino hacia nuestro destino. Personal o en común, la oración es el encuentro festivo con Aquel que nos ha llamado a salir de nuestra tierra para ponernos en camino hacia Él. Taizé es maestra en cultivar la vida interior como alternativa a la superficialidad vital que nos aleja de Dios. Animada por cantos repetitivos, la oración de Taizé hunde sus raíces en la oración de la Iglesia y cautiva a mayores y jóvenes con la misma intensidad.

Y, ¿qué genera el peregrino a su paso?. Amor, solidaridades humanas, caridad, da igual como le llamemos. El peregrino a su paso deja amor y fraternidad. Aquel que ha recibido el amor de Dios no puede dejar de compartirlo. Lo que hemos recibido gratis lo damos gratis y así en nuestro camino por la vida, llenos de Dios, repartimos solidaridad y regalamos amor.

Que cada día sea para nosotros una etapa de nuestra peregrinación de confianza a través de la tierra.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.




domingo, 11 de enero de 2009

Mea culpa


Hace un para de domingos asistí a un acto de solidaridad con el pueblo palestino. El acto fue más mayoritario de lo que yo suponía. Cuando ya la cabeza de la manifestación estaba en las Puertas de Tierra aún había personas frente al convento de los dominicos. Después de la lectura de poesías por la paz y un manifiesto reivindicativo de finalización de la guerra, se corearon gritos a favor del pueblo palestino y algún que otro en contra del estado de Israel. Sin embarto, la guerra siguió un par de semanas más. Supongo que a los responsables de la misma, las manifestaciones en contra no les influyó más que sus intereses por declararla.

Hoy hace ya unos días que el alto el fuego parece haber llegado a Gaza y el mundo ha empezado a olvidarse de esa zona castigada por la guerra hace décadas. La memoria humana suele ser muy insolidaria e ingrata.

Quizás debamos entonar el "mea culpa" por dejar morir la reivindicación de la injusticia de muchos pueblos. Creo que, a veces, nos viene bien culpar a los medios de comunicación por dejar de hablar de realidades de guerra o sufrimiento para encubrir nuestra falta real de solidaridad. Sin embargo, creo que no es justo decir que los medios tienen toda la responsabilidad de esto. Si no somos solidarios de forma constante, permanente, como estilo de vida, es algo que tendremos cada uno que analizar pero, si no lo hacemos, asistir a actos como el que asistí el otro día, tienen más de snob que de otra cosa.

Sin embargo, mientras no vayamos adoptando una conciencia personal de compromiso que luego se contagie y se convierte en un compromiso colectivo ¿qué hacer? Solo se me ocurre pensar que este tipo de actos quizás despierte la conciencia de alguien más y todo esto cambie para el bien de otros que hoy no tienen mucha esperanza.

Mañana es un buen día para abrir lo ojos y no esperar a que los medios de comunicación nos enseñen la desgracia de otros.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

sábado, 3 de enero de 2009

¿Quiénes son los Reyes Magos?


Hoy no voy a escribiros yo, más bien, he cortado y pegado un cuento sobre los Reyes Magos. A los que tenéis niños quizás os sirva y a los que no los tenéis aún quizás os ayude a iros preparando. Supongo que tarde o temprano a todos los padres nos llega el momento de responder a la pregunta ¿existen los Reyes Magos?. Ahí os dejo el cuento y felices Reyes 2009.

Apenas su padre se había sentado, al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta, en voz baja, como con miedo, le dijo:«¿Papá?»–Sí, hija, cuéntame.–«Oye, quiero… que me digas la verdad».–Claro, hija. Siempre te la digo, respondió el padre un poco sorprendido.–«Es que…», titubeó Cristina.–Dime, hija, dime.–«Papá, ¿existen los Reyes Magos?»El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.–«Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?»La nueva pregunta de Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña, y tragando saliva le dijo:–¿Y tú qué crees, hija?–«Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado, me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso».–Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…–«Entonces es verdad?–cortó la niña con los ojos humedecidos–. ¡Me habéis engañado!»–No, mira, nunca te hemos engañado, porque los Reyes Magos sí que existen, respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Cristina.–«Entonces no lo entiendo, papá».–Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar, porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla, dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.Cristina se sentó entre sus padres, ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:–Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente, guiados por una gran estrella, se acercaron al Portal para adorarlo. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:“¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían”.“¡Oh, sí! –exclamó Gaspar–. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo”.Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó: “Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito…”Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió, y la voz de Dios se escuchó en el Portal:“Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?”“¡Oh, Señor! –dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas–. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos”.“No os preocupéis por eso –dijo Dios–. Yo os voy a dar, no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo”.“¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible?”, dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.“Decidme, ¿no es verdad que los pajes deberían querer mucho a los niños y conocer muy bien sus deseos?”, preguntó Dios.“Sí, claro, eso es fundamental”, asintieron los tres Reyes.“Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?”Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:“Puesto que así lo habéis querido y para que, en nombre de los tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, Yo ordeno que, en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte, regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y, a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del belén, recordarán que, gracias a los tres Reyes Magos todos son más felices”.Cuando el padre de Cristina hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó, y dando un beso a sus padres dijo:–«Ahora sí que lo entiendo todo, papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado».Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano, mientras decía: –«No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero», y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

Hasta la próxima suerte y bendiciones.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Feliz año 2009!!!


Aún no han dado las campanadas que dan la bienvenida al nuevo año pero yo ya os deseo un feliz año 2009. Es mejor empezar a desear el año nuevo antes de que termine el viejo pues, cuando el año nuevo tome posesión del tiempo, nos acostumbraremos a vivir instalados en él y se nos olvidará poco a poco desearnos felicidad y amor.

Algo igual nos pasa con los deseos navideños de paz y felicidad. En pocos días olvidamos tan buenos propósitos para ellos y nosotros, y nos volvemos de nuevo a la sordida cotidianidad de los malos humos y gruñidos. Jajajajaja. Seguro que algunos pensaréis que quién sino yo para dar clases de gruñidos.

El año 2008 que se va es un año como otro cualquiera. En nuestra memoria se van desdibujando los años pasados y todos tuvieron momentos buenos y momentos digno de olvidar. Sin embargo, todos nuestros años configuran nuestra vida. Sin ellos, por malos que sean, no seríamos lo que somos. El que viene, será lo que nosotros queramos que sea. Podrán venir acontecimientos buenos o malos, pero serán buenos o malos según los afrontemos.

Mi compañera Pili ya ha anunciado que el 2009 será el año en el que nazca su primer hijo o hija. Por esa sola noticia el 2009 ya se ha inscrito en su libro de los grandes acontencimientos. Pero no será ese hecho el único que harán del 2009 un año especial. Cada uno de nosotros le aportará algo al 2009 y al final, justo dentro de 365 recordaremos el año que se va con cierta nostalgia, con cierta tristeza, y por supuesto, con una innegable alegría. El tiempo tiene estas cosas y lo humanos también.
Antes de terminar quiero daros las gracias a todos los que me habéis hecho este año un año digno de ser vivido y pedir perdón a todos aquellos que me han sufrido en algún momento. Intentaré que en el año 2009 no vuelva a repetirse.
Bueno, no me enrollo más, se me acaba el año y no quiero llegar tarde a las uvas.

Hasta la próxima suerte y bendiciones.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Cuando nos toca decir adios...


El año dos mil ocho ha estado lleno de despedidas. En el mes de junio nos dejó Salvador Pellicer, religioso camilo, estuvo muchos años al servicio de Cáritas Española. En numerosas ocasiones tuvimos la suerte de contar con él para diversos actos de Cáritas Diocesana de Cádiz. Su marcha nos cogió a todos por sorpresa y no puedo dejar de dar gracias por todo lo que nos enseñó cada vez que nos visitaba.

El año dos mil ocho ha estado lleno de despedidas. En este último trimestre que ya termina he despedido a más personas cercanas. Hace menos de un mes murió la madre de Inés, mi esposa. Doña María llevaba casi doce años enferma de Alzheimer y se fue de una forma serena y tranquila. Nunca estuvo sola, acompañada siempre de su hija durante toda su enfermedad, tampoco en su partida estuvo sola, su hija la acompañó hasta el final.

Entre Salvador y Doña María existió una relación llamada Inés. De Salvador aprendió Inés a entender la enfermedad y a saber prepararse para decir adios. Y con Doña María, Inés puso en práctica todo eso que aprendió. Los dos se han ido casi a la vez. Seguro que se encontraron por el camino.

El año dos mil ocho ha estado lleno de despedidas. Hace unos meses murió la madre de Menchu, compañera de Cáritas y hace un par de semanas murió la madre de nuestro Delegado Episcopal de Cáritas. Han sido muchas despedidas, demasiadas.

Tantas despedidas me han hecho pensar lo importante que es estar preparados para cuando llega el momento de decir adios. Todo tenemos tarde o temprano que vivir el doloroso hecho de despedir a alguien querido. Si no tenemos un buen soporte, el envite de la muerte puede hacernos caer de forma violenta. En mi caso la fe es el mejor soporte que conozco. Cuando murió mi padre fue el consuelo fundamental. Sin obviar que la despedida física supone una tristeza real e irreprimible, la fe ofrece el mejor soporte que puedo imaginar.

El año dos mil ocho ha estado lleno de despedidas. Sin embargo, ahora que se acerca el dos mil nueve deseo que en este año que está pronto a llegar podemos decir muchas veces "Hola" y demos muchas veces la bienvenida. Que la vida se abra camino y que nuestros "adioses" se conviertan en muchas "holas".

Hasta la próxima suerte y bendiciones.