Prefiero incluir en el blog textos propios y no de otros, pero el pasado lunes me topé con este cuento en una reunión el colegio de mi hijo. Me gustó, por eso os lo pongo aquí. No voy a comentarlo, eso os toca a vosotros. Ponerlo en práctica a todos.
"Un día, un viejo profesor fue llamado como experto para hablar sobre la planificación eficaz del tiempo su tiempo a un grupo de quince ejecutivos de grandes compañías norteamericanas. Parado, delante de ese grupo de élite, el viejo profesor los miró uno por uno, atentamente, y les dijo "Vamos a hacer un experimento".
Debajo de la mesa que lo separaba de sus alumnos, el profesor sacó un tarro de vidrio de más de 4 litros, que puso delicadamente enfrente suyo.
Luego sacó alrededor de doce piedras tan grandes como bolas de tenis y las depositó cuidadosamente, una por una en el gran tarro. Cuando el recipiente se llenó hasta el borde y era imposible agregarle una sola piedra más, levantó lentamente los ojos hacia sus alumnos y les preguntó: "¿Les parece que el tarro está lleno?"
Todos respondieron: "Sí." Esperó unos segundos y agregó: "¿Están seguros?" Entonces, él se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un recipiente lleno de piedrecillas. Con mucho cuidado, él agregó las piedrecitas sobre las piedras grandes y sacudió ligeramente el tarro. Las pequeñas piedras se infiltraron entre las grandes... hasta el fondo del tarro.
El viejo profesor levantó nuevamente los ojos hacia su auditorio y reiteró su pregunta: "¿Les parece que el tarro está lleno?" Esta vez sus brillantes alumnos comenzaron a entender su manejo. Uno de ellos respondió: "¡Probablemente no!" "Bien", respondió el viejo profesor.
Se agachó nuevamente y esta vez sacó de debajo de la mesa una bolsa de arena. Con mucho cuidado agregó la arena al tarro. La arena rellenó los espacios existentes entre las piedras y las piedritas. Una vez más, preguntó: "¿Les parece que el tarro está lleno?"
Esta vez sin pensarlo dos veces y en coro, los brillantes alumnos, respondieron: "¡No!" "¡Bien!", respondió el viejo profesor. Y como se esperaban sus prestigiosos alumnos, el hombre cogió la botella de agua que estaba sobre la mesa y llenó el tarro hasta el tope.
El viejo profesor levantó entonces los ojos hacia su grupo y preguntó: "¿Qué gran verdad nos demuestra esta experiencia?" El más audaz, pensando en el tema del curso (la planificación del tiempo), respondió: "Demuestra que también cuando nuestra agenda está completamente llena, con un poco de voluntad, siempre se puede añadir algún compromiso más, alguna otra cosa por hacer". "No -respondió el profesor-; no es eso.
La gran verdad que nos muestra esta experiencia, es la siguiente:" "Si uno no mete las piedras grandes primero en el tarro, jamás podría hacer entrar el resto después."
El viejo profesor, dijo entonces: "¿Cuáles son las piedras grandes en sus vidas?" "¿Su salud?" "¿Su familia?" "¿Sus amigos?" "¿Realizar sus sueños?" "¿Hacer lo que aman?" "¿Aprender?" "¿Defender una causa?" "¿Relajarse?" "¿Tomarse el tiempo...?" "¿O cualquier otra cosa?"
"Lo que hay que retener, es la importancia de meter esas PIEDRAS GRANDES en primer lugar en vuestra agenda.
Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas, se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante. Así que no olvidéis plantearos frecuentemente la pregunta: "¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida? y situarlas en el primer lugar de la agenda". A continuación, con un gesto amistoso, el anciano profesor se despidió del auditorio y abandonó la sala.
Debajo de la mesa que lo separaba de sus alumnos, el profesor sacó un tarro de vidrio de más de 4 litros, que puso delicadamente enfrente suyo.
Luego sacó alrededor de doce piedras tan grandes como bolas de tenis y las depositó cuidadosamente, una por una en el gran tarro. Cuando el recipiente se llenó hasta el borde y era imposible agregarle una sola piedra más, levantó lentamente los ojos hacia sus alumnos y les preguntó: "¿Les parece que el tarro está lleno?"
Todos respondieron: "Sí." Esperó unos segundos y agregó: "¿Están seguros?" Entonces, él se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un recipiente lleno de piedrecillas. Con mucho cuidado, él agregó las piedrecitas sobre las piedras grandes y sacudió ligeramente el tarro. Las pequeñas piedras se infiltraron entre las grandes... hasta el fondo del tarro.
El viejo profesor levantó nuevamente los ojos hacia su auditorio y reiteró su pregunta: "¿Les parece que el tarro está lleno?" Esta vez sus brillantes alumnos comenzaron a entender su manejo. Uno de ellos respondió: "¡Probablemente no!" "Bien", respondió el viejo profesor.
Se agachó nuevamente y esta vez sacó de debajo de la mesa una bolsa de arena. Con mucho cuidado agregó la arena al tarro. La arena rellenó los espacios existentes entre las piedras y las piedritas. Una vez más, preguntó: "¿Les parece que el tarro está lleno?"
Esta vez sin pensarlo dos veces y en coro, los brillantes alumnos, respondieron: "¡No!" "¡Bien!", respondió el viejo profesor. Y como se esperaban sus prestigiosos alumnos, el hombre cogió la botella de agua que estaba sobre la mesa y llenó el tarro hasta el tope.
El viejo profesor levantó entonces los ojos hacia su grupo y preguntó: "¿Qué gran verdad nos demuestra esta experiencia?" El más audaz, pensando en el tema del curso (la planificación del tiempo), respondió: "Demuestra que también cuando nuestra agenda está completamente llena, con un poco de voluntad, siempre se puede añadir algún compromiso más, alguna otra cosa por hacer". "No -respondió el profesor-; no es eso.
La gran verdad que nos muestra esta experiencia, es la siguiente:" "Si uno no mete las piedras grandes primero en el tarro, jamás podría hacer entrar el resto después."
El viejo profesor, dijo entonces: "¿Cuáles son las piedras grandes en sus vidas?" "¿Su salud?" "¿Su familia?" "¿Sus amigos?" "¿Realizar sus sueños?" "¿Hacer lo que aman?" "¿Aprender?" "¿Defender una causa?" "¿Relajarse?" "¿Tomarse el tiempo...?" "¿O cualquier otra cosa?"
"Lo que hay que retener, es la importancia de meter esas PIEDRAS GRANDES en primer lugar en vuestra agenda.
Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas, se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante. Así que no olvidéis plantearos frecuentemente la pregunta: "¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida? y situarlas en el primer lugar de la agenda". A continuación, con un gesto amistoso, el anciano profesor se despidió del auditorio y abandonó la sala.
Ahí os queda este pequeño cuento. Es mi regalo de primavera.
Hasta la próxima, suerte y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario