Una vez leí que la vida real no tiene banda sonora. La vida no es como en las películas en las que siempre se escucha una canción cuando pasa algo interesante, en nuestras vidas, no. En la vida real la banda sonora o la ponemos nosotros o sólo hay silencio. La música no siempre formó parte de mi existencia, pero ahora se ha convertido en un elemento indispensable. Tiene un efecto terapéutico, es un arte que me ha ayudado a calmar, identificar y aceptar la existencia. No recuerdo en qué momento de mi vida empezó la música a formar parte de mi universo personal. Tengo vagos recuerdos de mi infancia oyendo a mi madre cantar copla y algo de zarzuela. Quizás me resultan ahora emocionantes por ser recuerdos de mi infancia y de mi madre, pero no formaban parte de mi interés. De adolescente la música llegaba a través de la radio, de los famosos Cuarenta Principales, aunque nunca ponían la canción que me gustaba, y algunos discos de mi hermana que sonaban regular en el tocadiscos familiar. Fue, a partir de los 16 ó 17 años, cuando empezé a conformar la banda sonora de mi vida, aunque no sonara de forma espontánea sino más bien pinchada por mí.
Hasta llegar a los cuarenta y dos años que tengo ahora, mucha música ha pasado por mis oídos aunque pocas permanecen desde la adolescencia. De ese pequeño mundo musical dos géneros me acompañan desde entonces. Por un lado, la música de Bach y la ópera italiana y, por otro, la música que Jacques Berthier compuso para la Comunidad de Taizé http://www.taize.fr/. Cada uno, a su forma, tienen la capacidad de emocionarme, de serenarme, de elevarme por encima de los acontecimientos y poder interiorizarlos con la perspectiva adecuada. A Juan Sebastian Bach me lo presentó, en un Renault 5 el Profesor Molina, volviendo de la Escuela de Magisterio. Llegó para quedarse hasta ahora. Vino en un tiempo en el que necesitaba salir desde el punto de vista social y conocer más mundo. Era necesario ampliar mi espacio vital y Bach fue el que movió el resorte que me hizo dar el salto. Ahora es ya un "clásico". La ópera italiana fue una curiosidad que también se ha quedado a vivir conmigo. Y entre unos y otros, mucha música, alguna de mejor calidad y otra menos. Joaquín Sabina también supo ponerle letra y música a muchos sentimientos y muchas emociones. Inés, mi mujer, se encargó de introducirme en otros géneros, el jazz, el pop, la música de los 70, los 80... Ahora estoy rendido a la obra de Alberto Iglesias, el compositor preferido de Pedro Almodóvar. Lo último, la de "Los abrazos rotos", os la recomiendo.
Seguro que todos tenemos nuestra banda sonora personal. Y si no, os invito a recordar un hecho importante en vuestra vida y seguro que hay una canción o una melodía que va de su mano... ¿no la oyes aún?
Hasta la próxima, suerte y bendiciones.
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