El pasado fin de semana se celebró en Sevilla una etapa más en la “peregrinación de confianza a través de la tierra” que la Comunidad de Taizé anima desde hace décadas por los cinco continentes. El lema elegido para el encuentro fue “Vive lo inesperado”. Una invitación a abrirse al hoy de Dios, a arriesgar a vivir en lo nuevo que el evangelio nos ofrece cada día.
Me había propuesto ir desde que conocí la noticia hace meses, sin embargo, hasta que no entré en la Catedral la tarde del sábado, no pude creerme a mí mismo que estaba allí. Todo fue de una gran sencillez y belleza, la oración y los cantos de Taizé tienen esas características, con breves lecturas del Evangelio y cantos repetitivos que se aprenden rápido y que tocan directamente el corazón y el alma.
Al finalizar la oración, pude acercarme a la zona más cercana al altar principal, fue un momento verdaderamente emocionante. Los iconos iluminados por las velas, la belleza de las flores, el canto, los jóvenes orando a mi alrededor me retrotrajeron a más de veinte años atrás, a la Iglesia de la Reconciliación en Taizé, a San Juan de Letrán en Roma, a Notre Dame en París, pero también a la Capilla de Santo Tomás, y últimamente a la Iglesia de San Francisco Javier en Cádiz. Tanta espiritualidad no deja impasible a nadie. Ver a tantos jóvenes, niños, adultos orando, cantando, juntos, en comunión, no puede dejar impasible a nadie. Prueba y verás, los domingos en la Parroquia de San Francisco Javier siempre están dispuestos a acogerte.
Eché de menos a los dos amigos que invité a orar esa tarde en Sevilla, no pudo ser, pero los tuve presente, otra vez será, espero que sí. A pesar de ello, no estuve solo, no se está solo cuando te reúnes a rezar con otros.
Hasta la próxima, suerte y bendiciones.
3 comentarios:
Hay que aprovechar estas pequeñas oportunidades que la vida nos ofrece para "vivir lo inesperado". Me alegro que hayas estado allí. Besitos, Inés.
Qué bonito tuvo que ser. Me hubiera encantado ir. Hace tiempo que no vivo algo así. Recuerdo mis Pascuas de jóvenes viviendo la muerte y el recogimiento y luego la alegría de resurrección.
Eran experiencias muy profundas difíciles de olvidar.
Creo firmemente que los jóvenes pueden dar mucho ejemplo a este mundo de adultos.
Saludos
Me hubiese gustado disfrutar de la ocasión y de todos esos detalles sencillos tan atrayentes de la estética de Taizé.
Gracias por la animación. Sebas.
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