jueves, 1 de abril de 2010

En la tarde-noche del Jueves Santo


En la última tarde de Jesús de Nazaret ocurrieron cosas muy importantes y muy interesantes. La tarde del Jueves Santo es testigo de un amor grande, de una medida generosa, de una entrega sin límites, pero también es testigo de un abandono terrible y del comienzo de la pasión de Jesús.

Jesús se encuentra con sus discípulos para celebrar, como todo buen judío, la Pascua. Recuerdan la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto. Jesús en medio de la cena, partirá el pan y ofrecerá el vino a sus discípulos como símbolo de su entrega sin reservas. Jesús les deja un recuerdo de lo que ellos deberán hacer para recordarle: partirse y repartirse por amor a los demás. Pero, no sólo parte y reparte el pan y el vino, también, para sorpresa de todos, Jesús realiza el gesto de lavar los pies a los discípulos. La sala donde cenaban se llenó de una luz hermosa: el amor y el servicio. Los discípulos se convierten en alumnos privilegiados en la escuela de amor que es el Cenáculo, donde Jesús es el Maestro con mayúsculas.

Tras ésto, Jesús sale a rezar. Va al monte de los Olivos, allí siente la tentación de abandonar. Seguir en el camino de llevar adelante el proyecto de Dios o abandonar. Jesús era consciente de que tenía a mucha gente en contra, que los fariseos, los escribas, los poderosos de su tiempo se estaban organizando para acabar con él. Es un momento delicado y complicado. Al final, opta por seguir adelante, por ir hasta el final con todos sus consecuencias. Tiene a sus discípulos, juntos lo lograrán.

Sin embargo, los poderosos han actuado rápido y, aliados con Judas, se presentan en el huerto y arrestan a Jesús y los discípulos, los que hubieran dado la vida por Jesús, huyen dejándolo solo. Los discípulos no están a la altura de su Maestro. Sólo Pedro, lo seguirá de lejos, pero no dudará en negarlo a la mínima sospecha de que lo puedan confundir con uno de los suyos. Cae la noche sobre Jerusalén, Jesús tiene su sentencia escrita.

De la tarde del Jueves Santo, nos quedamos con el gesto del lavatorio de los pies. El gesto más impresionante de los que Jesús hizo a lo largo de su vida. El gesto que se convirtió en el primer paso de un camino de solidaridad y amor que, aún hoy, muchos recorren cuando se ponen de parte de los más pequeños y pobres de la tierra.

La Eucaristía y el lavatorio de los pies son, en la tarde del Jueves Santo, la invitación de Jesús de Nazaret a recorrer el camino del amor y el servicio.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

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