Cuando era pequeño pedí a los Reyes Magos un juguete que nunca recibí. Supongo que, en esos años, lo achacaría a mi mal comportamiento, pero cuando descubrí quiénes era los Reyes Magos en realidad (recordad la bicicleta tras la cortina del dormitorio de mis padres) vi que se debía a que no entraba en sus planes comprarme dicho juguete. Lo pedí insistentemente varios años más y como no lo conseguí nunca, pasó a engordar la lista de mis "traumas infantiles". El juguete en cuestión consistía en un pequeño circuito donde yo debía conducir un coche diminuto. A los ojos de un adulto podría parecer un juguete algo aburrido pero para mí, que dicho sea de paso, me encantaba montar en coche y, soñar que lo conducía, era “el no va más”.
Cuando mi hijo ha tenido la edad, el juguete llegó a nuestra casa un cinco de enero por la noche. A él le hizo una ilusión relativa, a mí me pareció el regalo del año. Mi trauma había desaparecido. Es cierto que a los cuarenta años un autocross es una "gilipollez" pero para mí..., no.
¿Qué quiero contar con todo esto? Pues que lo que no hacemos a la edad que corresponde, luego con los años, hacerlo resulta fuera de lugar. La psicología evolutiva estudia el desarrollo humano y los cambios que se van produciendo en las distintas fases de la vida. Esta rama de la psicología promulga que hay cosas que tienen una edad para hacerse y que si no lo realizamos, luego nos pasa factura. En mi caso, el tener el autocross es una factura muy barata, sin embargo, hay otras facturas más caras y, en algunos casos, difícil de pagar.
La niñez tiene su función, así como la adolescencia y la juventud y, si vivimos en cada etapa de la vida lo que nos corresponde de forma individual y grupal, llegaremos a la madurez de forma plena. Por eso, es tan importante vivir cada momento en su “justo momento”, para que cuando tengamos que incorporarnos a la sociedad de manera completa seamos personas equilibradas y llenas de sentido común y con un bagaje de vivencias bien ordenadas y asentadas.
Es importante que se vele para que los hogares y las escuelas permitan que los niños puedan tener una evolución de forma integral, que nadie tenga que asumir roles y funciones que no estén acordes con su edad, que no haya niños, adolescentes, ni jóvenes prematuramente adultos. De lo contrario, encontraremos niños, adolescentes y jóvenes tristes, con un sentimiento de frustración que les llevará a la madurez con la evidencia de que la vida les debe algo. Si alguna vez te cruzas con un niño-adulto mírale a los ojos y sonríele, tu sonrisa será para él un momento de descanso en un camino muy largo y difícil. Y si la vida te permite detenerte con él un tiempo más largo, haz todo lo posible por lograr que sea un niño, un adolescente o un joven al cien por cien.
Hasta la próxima, suerte y bendiciones.
1 comentario:
Te entiendo perfectamente. Te imagino el día de reyes flipándolo con el juguetito y tu hijo mirándote con ojos de "medio adulto", jajaja. Yo siempre quise la el Chalet de la Chavel y nunca me lo trajeron, y por supuesto mi regalo estrella que nunca llegó era un perrito cachorro.
Creo que algún día haré un acto psicomágico, como tu, y podré tener esos deseos o parecidos. Hace tres años, gracias a la influencia de Luis en sus majestades, consiguió traerme un conejito, Tao se llamaba. Era un pseudo sueño cumplido, aunque mucho parecido a un perro no tenía pero bueno... la ilusión de un ser vivo de regalo aquella mañana de reyes.
Sigo con la esperanza de que algún día llegará. Y la casa de Chabel, o de la Barbi o de la muñeca de moda, también llegará cuando tenga un peque., jeje.
Besitos y a disfrutar con tu juguete.
Yo en estos día estoy disfrutando con mis antiguos comics de Esther, y que pronto escribiré una entrada en mi blog al respecto.
Besos de nuevo
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