martes, 7 de julio de 2009

Barcino, Barca Nova, Barcelona...


El mismo tren que nos llevó al norte, nos trajo al sur a los siete días. En medio quedan unos días estupendos de aventura y descanso. Con la estancia en Port Aventura hemos alcanzado la máxima cota de la diversión a base de atracciones diseñadas para soltar adrenalina y someter el cuerpo a límites peligrosos. Aún estamos molidos de la paliza de tirarnos por los toboganes asesinos y las atracciones pensadas más para adolescentes que para nosotros, que a nuestra edad, los huesos no son tan amantes de atracciones que giran y giran y vuelven a girar en una espiral doble, más salto mortal más "lupin" con apertura final que vuelve a empezar sin preguntar. Realmente, un lugar ideal para niños y adolescentes, pero en el que también tienen hueco los adultos que no renuncian a divertirse. Si alguna vez recaláis por allí, no dejéis de probar el Dragon Khan, es ideal para soltar estress y tensión.

Sin embargo, antes y después de Port Aventura, tuvimos la suerte de encontrarnos con Barcelona. Había estado allí hace veinte años y conservaba un recuerdo vago de la ciudad. Ahora ha sido como una primera vez. Pasear por sus calles, sus plazas, sus parques, visitar sus mercados, especialmente el de la Boquería, sus iglesias, especialmente Santa María del Mar y la de los Santos Justo y Pastor, adentrarnos en su puerto, contemplar sus edificios, especialmente las obras de Gaudí, Domenech y Cadafalch, ha sido una experiencia muy enriquecedora. Barcelona se ha revelado como una ciudad luminosa, reabierta al mar, calles pobladas de árboles que dejan entrever fachadas llenas de colores, de formas curvas sonrientes, de ventanas que invitan a entrar al sol y que incitan a vivir en ellas con espíritu alegre. Sus arquitectos se adelantaron a su tiempo, como Barcelona se adelanta a nuestro tiempo. Románico, gótico, barroco, modernismo, contemporáneo, todos los estilos se confunden para superar lo parcial y crear un todo armonioso y nuevo. Por eso, andar por sus calles es una aventura para la vista, en cada esquina hay una oportunidad, en cada plaza hay una sorpresa, en cada edificio hay una invitación. No debería esperar otros veinte años para volver.

Ahora, ya en el sur, toca disfrutar de unos días de vacaciones en la playa, en los libros, en los paseos en bicicleta y disfrutar de lo cotidiano sin prisas.

Hasta la próxima suerte y bendiciones.

2 comentarios:

Agustin dijo...

Hola Antonio
Has acertado, una atracción de feria no tiene por qué ser para menores. Es más, si antes de tirarte desde arriba miras hacia abajo y sabes leer las caras de los adultos, más de uno se esta lamentando por su vergüenza o cobardia jeje
Además, que te quiten lo bailado, y si fuistes con tus pequeños eso no tiene precio.
Ah, y si tienes tiempo, entre capitulo y capitulo de tus lecturas no olvides alguna que otra aguadilla con los enanos, tambien llenan y enriquecen.
Un saludo y a pasarlo bien

Antonio ST dijo...

Agustín
Gracias por el comentario. Se ve que a tí también te van las atracciones arriesgadas. Con respecto a los baños con los enanos, no te preocupes a mi hijo le encanta el mar y los baños y sus amiguitos son iguales con lo que todos los días tengo baño asegurado.
Buen verano.