miércoles, 8 de septiembre de 2010

Diario de a bordo (4). Mykonos y Atenas



Los dos últimos destinos de nuestro viaje fueron Mykonos y Atenas. La llegada al primero, como en el resto del viaje, fue temprano. Desembarcamos por nuestra cuenta con el ánimo de dar un paseo y de darnos un baño en alguna de sus playas. El pueblo de Mykonos es como el decorado de un Belén. Calles estrechas y desordenadas, casitas blancas con ventanas y puertas azules, pequeñas iglesias salteando las calles, y también muchos bares y tiendas de artesanía y joyería. Todo está armonizado, ninguna casa es más alta que otra, nada de cables y elementos que alteren el orden y el encanto de este pueblo griego. Y al final de cada calle, el mar. Un mar azul, transparente, sereno en alguna parte, pero bravo en otras, como en la fachada de "la pequeña Venecia", un barrio habitado por venecianos antaño y que ahora es el centro de la vida nocturna de este pueblecito. El Egeo rodea toda Mykonos. La isla tiene playas maravillosas que son el destino de los turistas que llegan buscando sol, mar y diversión.

En nuestro paseo nos encontramos con la Catedral Ortodoxa, un templo pequeño completamente lleno de iconos y de fieles al ser domingo. El sacerdote cantaba las oraciones y el pueblo respondía con verdadera devoción. Al terminar la celebración, pudimos entrar y contemplar los iconos pintados que cubrían todos los techos de la Catedral.

Al salir, encontramos una playa junto al puerto de pescadores donde nos dimos un baño refrescante antes de embarcar rumbo a Atenas.

Y al final de viaje, Atenas. Nuestro barco atracó en el puerto de El Pireo. En autobús nos dirigimos a la "polis" por excelencia. Tras una visita rápida al centro de la ciudad pusimos rumbo a la Acrópolis. Antes de acceder a ella, contemplamos el odeón de Herodes Ático, una vista impresionante del Ágora, el templo de la diosa Niké (Victoria) y de la roca desde la que predicó Pablo de Tarso a los atenienses. Por fin atravesamos los Propileos y nos encontramos cara a cara con el imponente Partenón. Realmente impresiona ver las dimensiones del templo y a su vez la armonía de su construcción. Tuvimos un tiempo para detenernos y respirar el espíritu de la Grecia clásica. Es un regalo poder presenciar los lugares que han determinado el rumbo de la humanidad. Para terminar, visitamos el Erecteión, famoso por las columnas con forma de mujer (cariátides). Este pequeño templo estaba dedicado a dos dioses: Atenea y Poseidón. La tierra y el mar pugnando por ser los dueños de Atenas. Comprensible lucha por que dominar la Acrópolis es una tentación para los dioses.

Aquí terminó nuestro viaje, el resto fue volver a casa que tiene poco que contar. Es muy probable que en próximas entradas vuelva sobre este crucero que hemos hecho. Han sido muchas experiencias, sensaciones y vivencias.

Hasta la próxima, suerte y bendiciones.

Foto 1: Pequeña Venecia en Mykonos. Foto 2: Acrópolis de Atenas.

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